Junio de 2005
El jugador tomaba su abdomen, mientras se dirigía hacia el banco de suplentes. “¿Qué le pasa a Congote?”, le preguntó Wbéimar Muñoz Ceballos a su reportero. “Tiene dolor de estómago y está pidiendo un Alka- Seltzer”, respondió el periodista. “Está pidiendo Aspirina”, le corrigió el comentarista. “No, es Alka- Seltzer”, insistía el responsable de cubrir el camerino visitante. Esta discusión se mantuvo durante la transmisión radial, hasta que el comentarista explicó su obsesión en asegurar cuál era el medicamento solicitado por el futbolista, pese a que su interlocutor se hallaba al lado de Congote y él en una cabina a varios metros de distancia. El comentarista Muñoz, fuera del aire, le recordó al reportero que Aspirina los patrocinaba y no era conveniente mencionar otras marcas. Aunque el acetaminofén, principio activo de la Aspirina, es más efectivo en la curación de dolores de cabeza, el factor publicidad suponía una excepción en aquella década de los 70. Posiblemente, la información “correcta” (publicitariamente hablando) era decir que Congote pidió una Aspirina para una gastritis aguda, bajo la hipótesis de que ese era su padecimiento. Sería como rociar gasolina para apagar un incendio, pero es el mandato que traza quien pauta en el espacio radial: verdad que favorezca a la competencia directa o indirecta, es preferible ocultarla.
Jugadores, técnicos y periodistas: convivencia en unión libre en los 70
Adolfo Martínez Ricaurte, actual Director de Deportes de Todelar Medellín, recuerda la influencia que han tenido los criterios emitidos por los locutores deportivos en Medellín. En 1977 el argentino Carlos Salvador Bilardo, Director Técnico del Deportivo Cali, presionaba al árbitro a que finalizara los partidos cuando tenía un resultado favorable. No lo hacía de forma directa pues usaba un arma más efectiva: Bilardo les pedía a los periodistas que les dijeran a sus oyentes que el tiempo había acabado, muchos le hacían caso y el público gritaba para obtener los ansiados últimos tres pitazos. “A veces hasta se trepaba por la malla de seguridad para aumentar la respuesta de la gente”, rememora Martínez. La gramilla y los camerinos reúnen historias de radio, con participantes célebres y otros que no tienen espacio en la memoria colectiva. En esa época los bancos de suplentes eran el asiento de los emergentes y los reporteros y esa cercanía analista-analizados brindaba una experiencia que enriquece la narración de quienes ejercieron el periodismo deportivo en esas condiciones. Cuentan los cronistas que la gramilla del Estadio Atanasio Girardot era invadida por “guerreros de la inmediatez”, reporteros que “peleaban” por ser los primeros en conseguir la declaración de la figura del partido. Quienes cumplían esta función se caracterizaban, en buen número, por su juventud y velocidad. Prácticamente, la pista atlética se trasladaba hacia el terreno verde, no con las cortas pantalonetas características de los años 70 y 80, sino con pantalones o, incluso, con camisa manga larga y corbata.Pero, obviamente, ese acceso estaba restringido hasta el fin de los encuentros. Esa alianza, que facilitaba el trabajo periodístico, se mantuvo hasta que Carlos Pérez, de Caracol, y Mario Duque, de Todelar, interrumpieron un partido con su entrada inoportuna. El tiempo estaba cumplido y los oyentes, desde su casa y desde las graderías del Atanasio, aguardaban el pitazo final. El juez central llevó a su boca el objeto esperado y pitó una falta. Pérez y Duque entraron a la cancha, con cables y micrófonos, pensando que el tiempo de juego se había consumado. La policía también ingresó a la cancha, para evitar una posible agresión a alguno de los 23 presentes en la cancha. Desde ese acontecimiento, la Dimayor (División Mayor del Fútbol Colombiano) prohibió la estadía de los comunicadores en esa zona. Ahora sólo se repiten esas secuencias en las finales de campeonatos, como la de Nacional- Medellín en el primer semestre de 2004, o con la astucia de varios periodistas de radio que se mezclan con los de televisión (quienes sí conservan ese privilegio). Carlos Pérez y Mario Duque protagonizaron otro gracioso inconveniente. En su responsabilidad de “atletas de la información”, y con ayuda de los precarios avances tecnológicos que no les habían otorgado aparatos inalámbricos, tropezaron entre sí y sus cables se desprendieron de los respectivos micrófonos. En el intento de reconectarlos el cable de Todelar quedó con el micrófono de Caracol y viceversa. Al hablar, el de Todelar salió al aire en Caracol y el de Caracol en Todelar.
Para volar la imaginación
En los años 60 Colombia igualaba 4-4 con la Unión Soviética en el Mundial de Chile. “Con Colombia casi perdemos”, era el juego de palabras predilecto por los sudamericanos, empleando las iniciales CCCP (URSS) que adornaban las camisetas soviéticas. El centrocampista Marcos Coll hacía historia venciendo al mejor arquero del mundo Lev Yeshin, La araña negra, con el primer Gol Olímpico (y único, hasta el momento) de los mundiales. Mientras Arica, sede del encuentro, se sorprendía con la recuperación del llamado equipo cafetero en su primera presencia en un torneo orbital, el aire de Medellín era el escenario elegido para magnificar el sufrido empate en la voz de uno de los mejores narradores colombianos de todos los tiempos. Las imágenes del suelo chileno fueron representadas en cielo antioqueño por Jaime Tobión de la Roche. Los habitantes paisas observaron, ese 3 de junio de 1962, una avioneta que sobrevoló la ciudad retransmitiendo el encuentro, con la amplificación del relato de Tobión De La Roche. Tobión mencionó los impronunciables nombres soviéticos pero se caracterizaba por no narrar partidos de Chocó, porque “esos negritos son iguales” y se confundía. Como anécdota ligada a su enredo, trabajando en Radio Visión de Caracol, al lado de Wbéimar Muñoz y Adolfo Martínez, Luis “Lucho” Montufa siempre salía, según su relato, como la estrella del partido cuando tenía algún jugador de color que jugara por su sector pues, tocara quien tocara el balón, Montufa era quien defendía, atacaba y recuperaba.
Para disfrutar los triunfos verdes en los años 90
Un empate fue recordado como el más grande “triunfo” del fútbol colombiano durante los siguientes 27 años. El 4-4 colombo- soviético sólo pudo ser opacado por la conquista del Atlético Nacional de la Copa Libertadores de América. Luego de intentos fallidos del Deportivo Cali de Bilardo y del América de Ochoa Uribe por alcanzarla, el Nacional de Maturana accedía a su primera gran final contra el Olimpia de Paraguay, pero no la podía jugar en Medellín. En ese 1989 el Atanasio Girardot no tenía la capacidad mínima requerida para un juego de esa altura por lo que la fiesta se trasladó a Bogotá. En una de las caravanas Medellín- Bogotá más grandes de la historia, con viaje por carretera de miles de hinchas antioqueños, también se embarcó un joven experimentado del relato. Múnera Eastman ya no era simplemente el Luis Fernando Múnera de sus inicios. En el descenso de Tobión De La Roche surgió “El Paisita”, apodo que patentó con Luis Fernando Posada, “Posadita”. Mientras millones de colombianos observaban el encuentro decisivo con el relato de Édgar Perea por televisión, muchos de los “invitados” de lujo al Estadio Nemesio Camacho “El Campín” pegaban el radio a su oído con la transmisión de Múnera Eastman, al lado de Wbéimar Muñoz. Ya había ganado la batalla por la audiencia en el Atanasio contra Jorge Eliécer Campuzano, teniendo mayor visión futurista en momentos donde la posesión de un walkman era privilegio de pocos. En los años 80 había ubicado, estratégicamente repartidos, a colaboradores con grabadoras a todo volumen que casi obligaban a los oyentes contiguos a apagar su radio y oír al Paisita. En 1989 ya era el líder indiscutido de audiencia local. En algunos juegos del torneo doméstico se oía la voz de Múnera amplificada en el sonido interno del estadio. El encargado de esta labor contribuyó a popularizar la narración pasional del “Paisita”, quien luego tuvo su propia emisora. Nacional igualó el 2-0 en contra que traía de Asunción y se convirtió en el primer club colombiano en ganar la Libertadores, con brillante actuación de René Higuita en los penalties. En la década de los 90 Múnera Eastman sería la voz representativa de muchos de los acontecimientos más importantes del fútbol de Antioquia en su historia. Criticado por algunos, al tener un relato más apto para quienes asisten al estadio, que le reclaman por ser menos descriptivo que el común de sus colegas, logró dejar algunos goles trascendentales unidos con su voz:El gol del “Bendito” Fajardo, con el que Nacional se coronó campeón colombiano en 1991, derrotando al América en la final; la anotación de Carlos Castro, del Independiente Medellín contra Nacional en 1993, que puso a dar la vuelta olímpica más corta del fútbol de nuestro país, hasta que, con radio en oídos y micrófono en mano, “La Gambeta” Estrada maldijo el gol de último minuto de Oswaldo Mackenzie que le dio la estrella al Junior; el cobro de tiro libre de Higuita, batiendo al riverplatense Germán Burgos en la semifinal de la Libertadores 1995, en Medellín, y el penal definitivo convertido por Francisco Foronda, en Buenos Aires; y el cabezazo, en tiempo de descuento, de Luis Carlos Perea, que dejó a River Plate eliminado de la Supercopa de 1996.Los reporteros de los 90 recuerdan perfectamente la pelea de Carlos “El Pibe” Valderrama con Carlos “El Pipe” Uribe y otros compañeros del Deportivo independiente Medellín. La frustración de la derrota, la impotencia de no ser los protagonistas de la ruptura de más de tres décadas sin títulos, llevó a Valderrama a tildar a su equipo de “colegialas”, haciendo la aclaración de que “sólo nos faltó el uniforme y la lonchera”. Los periodistas de radio presenciaron ésta y otras peleas de desahogo en los camerinos del Atanasio, en un Medellín que fue campeón por unos minutos en el 93 y debió esperar hasta 2002 para celebrar sin interrupciones.
Pelea de espacio
La cancelación de la caravana programada para ir de Medellín a Pasto en diciembre de 2002 dejó a muchos hinchas viendo televisión y escuchando radio. Ese fenómeno es la más clara muestra de cómo un medio se une a otro, sin sustituirlo de forma absoluta. Deportivo Independiente Medellín Giraldo Zuluaga (llamado en el bautizo Gustavo, pero con cédula que confirma su rebautizo) fue uno de los afiebrados del DIM que debió permanecer en su casa, donde oyó la narración junto a su perro y mascota Medallo Campeón. “Pese a que fue transmitido por televisión me gusta escucharlo por radio”. Así que, encendió la imagen y le bajó volumen, prendió el sonido y lo puso fuerte. Los 80 fueron la década de la lucha por el “rating de oyentes”. Santiago “Santy” Martínez, actual Concejal de Medellín, y León Machado, cumplían una función esencial en la captación de público. Uno se situaba en Occidental y el otro en Oriental, en la labor de “tribuneros”: rifaban, daban premios, llevaban grupos musicales. El show se trasladaba a las tribunas, algunas veces con agresiones verbales, con intervención de tribuneros de distintas emisoras. La competencia hacía que si un grupo de periodistas pagaba un grupo para que amenizara el juego el otro contrataba uno más costoso y de mayor renombre. La Dimayor prohibió esta práctica por considerarla una forma inapropiada de ganar audiencia: muchos ya no estaban pendientes del rectángulo de juego.El fondo permanece intactoQuienes vivieron esa época consideran que ahora hay más colegaje entre los periodistas de radio, no hay tanto afán de derribar a la competencia por medio de artimañas. Los esquemas no han variado de forma clara, sólo con la intervención de los avances: paso de acetato a cartucheras (una innovación grande en aquel momento, hace 25 años aproximadamente) y, de forma más reciente, el Mini DV y el uso más directo de la computación enfocada a la reproducción, grabación y utilización de efectos sonoros. La calidad del sonido de los celulares no ha permitido una efectiva adaptación de mejorías a la radio deportiva. En la etapa previa al Mundial Chile 1962 la Selección Colombia se preparaba en Bogotá y los periodistas radiales tenían un serio problema para conseguir sus declaraciones: no había grabadoras de pilas y la telefonía no permitía un buen sonido. La solución fue creativa y liderada por Nuevo Mundo, de Caracol, y Nueva Granada, de RCN: llevaban a los jugadores a sus respectivas emisoras y allí los entrevistaban.Leonardo Londoño, líder en cambios en la radio deportiva de Antioquia y Colombia, a mediados de los 70 implementó un libreto para suplir las falencias telefónicas. Lo usual era que, en las notas grabadas por teléfono, la voz del periodista quedara muy baja. Londoño, con su grupo periodístico del Escuadrón Deportivo, repetía la pregunta con la mejoría que implicaba hacerlo directamente con los equipos de la cabina radial. Londoño también fue uno de los impulsores de la vinculación del personaje entrevistado a la pauta publicitaria: “¿a usted le gusta vestir elegante?”, ”sí”, “por eso usa pantalones...”Adolfo Martínez tuvo un problema de confusión similar al de Tobión De La Roche, una “metida de patas” que, en primera instancia pasa desapercibida por los oyentes que no tiene sus ojos vigilando al periodista radial (como sí al televisivo). Martínez quería una nota con el futbolista Zucareli, luego de un encuentro en el que había sido la figura. “Sí, Wbéimar. Estamos con Zucareli”. Zucareli movía de un lado al otro su índice derecho. “Zucareli nos pide un momento”. Zucareli continuaba con le movimiento gestual. “No, Wbéimar. Zucareli no quiere hablar”. Zucarelli tomó el micrónofo y dijo: “lo que quiero decir es que yo no soy Zucareli”.
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