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Friday, October 02, 2015

Crítica a la "cultura de la legalidad"

Si las leyes pueden ser (y, de hecho, en muchas ocasiones son) herramientas usadas para propiciar, sostener o hasta perpetuar la dominación de unas clases sociales (a nivel de capital económico, educativo, cultural, de recursos naturales o cualquier otro aspecto), un proceso que busque contribuir socialmente, desprovisto de intereses maquiavélicos y con compromiso ético-político de liberar, cuestionar las ideas y estructuras hegemónicas que favorecen la posesión oligárquica del poder, no debería propender por la aceptación irreflexiva de ellas. Por el contrario, si lo que se pretende es generar una cultura política activa, una superación de la pasividad con la que se sostienen las desigualdades e injusticias, es al cuestionamiento de lo establecido, incluyendo las leyes, a lo que se debe apuntar.  

Esta reflexión pretende, sencillamente, invitar a mirar críticamente cada asunto que se convierte en ley, con el cuidado de no caer en el consentimiento y hasta en la defensa dogmática de todo tipo de atropello justificado en lo aceptado como legítimo. Muchas prácticas nefastas se amparan en la legalidad para pasar de agache, mientras se tilda de pícaros a muchos que ejercen iguales o semejantes ejercicios, pero sin la venia normativa: ¿qué me dirían de las multinacionales que, “legalmente”, llegan a territorios a explotar sus recursos y a incrementar la miseria, mientras, muchas veces como una de sus pocas alternativas de sobrevivencia, los habitantes de esa zona o región son calificados de villanos por ejercer, “ilegalmente”, prácticas como la minería?

Muchas atrocidades en la historia de la humanidad estuvieron sustentadas por un marco de legalidad, un conjunto de determinaciones que avalaban, por ejemplo, la segregación, la exclusión, el despilfarro o deterioro de los recursos naturales. De allí que el llamado a la cultura legalidad, si bien podría corresponder a un interés diáfano, no debe ser incorporado como elemento principal de orientación.