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Tuesday, December 26, 2006

PERFILES MUNDIAL ALEMANIA 2006- Sami Kuffour

No tenía guayos ni dinero para comprarlos, hasta que su madre vendió el televisor de la familia. El sacrificio empezó a dar frutos rápidamente aunque la economía familiar no mejoraba mucho. Sami comenzó a jugar en clubes de su natal Kumasi, mientras trabajaba como lustrabotas para ganar dinero extra. Cazatalentos italianos lo vieron actuar y decidieron llevárselo al Torino, con apenas 15 años de edad.

Con la Selección Sub-17 de su país, Sami Kuffour fue campeón mundial en 1991, aunque el defensor lloró de tristeza por no poder jugar la final contra España. En 1993, Kuffour llegó al Bayern München, que lo cedió al Nüremberg para que obtuviera más experiencia. En 1996, con 20 años, retornó al club bávaro, ganando la Bundesliga en esa temporada.

En 1999 Kuffour estuvo presente en uno de los partidos más increíbles de la historia del fútbol moderno: Bayern München ganaba la final de a Champions League, por 1-0, pero en el último minuto el Manchester United marcaba dos goles. La imagen del defensor de Ghana, golpeando con su puño derecho el césped y, nuevamente dejando escapar algunas lágrimas, es recordada por miles de aficionados.

En ese 1999, y con sólo 23 años, se convirtió en el capitán del seleccionado absoluto ghanés. Samuel Osei Kuffour también tendría su revancha a nivel de clubes: en 2001 obtuvo con el Bayern la Champions League, venciendo al Valencia en penales y, con un gol suyo a Óscar Córdoba en tiempo extra le dio al equipo alemán la Intercontinental ante Boca Juniors.

Luego de 11 temporadas en la Bundesliga regresó a Italia, donde, desde el año pasado, se consolidó en la Roma.

PERFILES MUNDIAL ALEMANIA 2006- Zinedine Zidane


Zizou

“Ríe como la Madre Teresa de Calcuta y mira como un asesino en serie”, fue como lo describió el cantante de rock Jean-Louis Murat. El mundo conoce su lado angelical pero pocos, antes del cabezazo a Materazzi, su fragmento demoníaco, ese que ha logrado eclipsar con base en nobles actitudes.

Su primer entrenador, Jean Varraud, debió esforzarse demasiado para conseguir que él no se peleara con todo aquel que lo provocaba. Del Cannes pasó al Bordeaux, donde adquirió su apodo de “Zizou”, el que reemplazó al familiar “Yaz”, rebautizo de sus hermanos. “Tú podías ver a un extraordinario jugador con un temperamento fuera de control”, relata su técnico en el Bordeaux, Rolland Courbis.

Esos dos años fueron un período de redirección no exitoso en un 100%. Su talento lo llevó a la Juventus en donde deslumbró con sus jugadas y la buena sociedad que conformó con Alessandro Del Piero. Pero Zinedine Zidane ofuscaba al Presidente Gianni Agnelli por sus acciones extrafutbolísticas: sus frecuentes visitas a clubes nocturnos de Turín; las mujeres y los carros le restaban concentración en sus primeros meses en la Vechia Signora.

En el Mundial de Francia en 1998 su expulsión contra Arabia Saudita, tras pizotear a Fuad Amín, fue tomada por algunos como su revancha ante los extremistas árabes. En sus inicios en Le Championat debió soportar a los miles de aficionados que le gritaban y a los jugadores que lo insultaban por su sangre argelina. Al Presidente Jean Marie Le Pen no le agrabada mucho la inclusión de hijos de inmigrantes en el seleccionado nacional de fútbol y que únicamente Zidane merecía estar ahí por ser el hijo de un harki. Esa palabra árabe hace referencia a los argelinos que lucharon a favor de Francia durante el estado colonial que sólo finalizó en 1962.

Al anotar dos goles en la final del Mundial ante Brasil les dedicó el título a su otra patria: “esto fue para todos los argelinos orgullosos de su bandera, para todos aquellos que han hecho sacrificios por su familia”. Y rompió su silencio: “Mi padre no es un harki. La única cosa que puedo decir es que él nunca peleó en contra de su país” y sobre su difícil condición económica en la infancia, en los suburbios de La Castellana de la deprimida Marsella, Zinedine Yazid Zidane ha sido claro: “Fui afortunado al crecer en una zona difícil. Allí aprendí no sólo de fútbol sino de la vida. Me crié con niños de distintas razas y familias pobres. El fútbol fue la parte fácil”.

Friday, December 22, 2006

PERFILES MUNDIAL ALEMANIA 2006- Ali Daei



Ali Daei

Su nombre empezó a ser conocido fuera de Asia cuando le anotó 4 goles a Corea y 8 a las Islas Maldivas. Su registro de 38 anotaciones en 56 juegos despertó la curiosidad de aficionados alrededor del mundo. ¿Quién era Ali Daei, el delantero que clasificó a Irán al Mundial Francia 98? El máximo goleador en partidos internacionales en 1996, según la Federación de Historia y Estadística, con 20 goles, dato que no tuvo la difusión que merecía.

Un ascenso meteórico marcó si carrera cuando llegaba a los 30 años. Luego de iniciar su trayecto en equipos de bajo nivel en la liga iraní llegó al Pirouzi, cumpliendo una aspiración que guardaba desde la niñez. Daei, en una escalada sin freno, fue llevado a la Bundesliga al Arminia Bielefeld, junto con su amigo Karim Bagheri: compañero de oraciones a Alá.

Franz Beckenbauer puso sobre la mesa cuatro millones de marcos alemanes para transferir a Daei al Bayern Manchen, cifra récord para un jugador asiático. Ali Daei fue el primer futbolista de ese continente en disputar un juego de la Champions League y, gracias a su caballerosidad fuera de las canchas y al carisma que cautivó a los alemanes, fue elegido por OPEL para grabar algunos comerciales de carros: dinero que donó a organizaciones de caridad.

Daei anotaba goles cada que era tenido en cuenta y eso no fue suficiente para que el Bayern lo valorara. Cansado de verse opacado por atacantes que no le superaban en méritos dicidió marcharse al Hertha Berlín. Sus más resonantes éxitos, vistiendo la camiseta de Irán, no dejaron de aparecer: en noviembre de 2003 convirtió su gol número 85 con la selección, superando el legendario húngaro Férenc Puskas. Un año más tarde, en noviembre de 2004, se erigió como el primer futbolista en anotar 100 goles con alguna selección nacional.

Ali Daei protagoniza un comercial de la UNICEF al lado de David Beckham y, en Alemania 2006, y con 37 años de edad, fue el capitán de su equipo en el Mundial.

Thursday, December 21, 2006

Pitazo final

Septiembre de 1998

La lluvia impedía que los jugadores del equipo local se movieran con normalidad. La delantera conformada por Blaimir Ambuila y Julio César Ararat había vulnerado en cuatro ocasiones la defensa del Atlético Nacional. El Huila ganaba 4-1 y hacía inminente la salida del técnico “Barrabás” Gómez.

La grama del Estadio Atanasio Girardot sufría el trajín del torneo colombiano, la Copa Merconorte y del agua que bañaba a los futbolistas y aficionados. Tener la ropa mojada era repetir episodios de otros partidos pero aquel ambiente contenía elementos adicionales. Una derrota inesperada y la continua mirada de un hombre que volveríamos a ver más tarde se conjugaban.

Esa noche de septiembre de 1998 traía a mi memoria el enfrentamiento Nacional contra Peñarol de Uruguay, que me había generado una fuerte resfriado, sólo curado con siete inyecciones de Benzetacil. Más de 3 años después de ese 1995 mi sed de libertad recibiría una advertencia.

Héctor Alejandro se había marchado sin avisar cuando Huila anotó su tercer gol. Lo vi mover su mano en señal de decepción e irse sin decir ninguna palabra que lo confirmara. Wílmar y yo lo hicimos luego del cuarto. El único amigo de mi edad era Héctor, compañero del colegio. A mis 15 años era una costumbre asistir al estadio con amigos mayores, lo que me hacía sentir grande.

Nos despedimos de los amigos universitarios de José, quienes igualmente habían observado la victoria huilense. “Es la peor derrota que he visto en el Atanasio”, dije tras quitarme la pañoleta con el escudo de Nacional que había amarrado en mi cabeza. Salimos de aquella tribuna Oriental, de la barra Escándalo Verde, donde íbamos cada que nuestro equipo preferido actuaba en condición de local.

Esta vez no pagamos la entrada pero nos saldría más costosa que los demás días. Quienes habíamos asistido al partido Nacional- Alianza Lima de Perú, por la Copa Merconorte, teníamos el derecho de entrar gratis, presentando la contraseña de la boleta. José miró su costoso reloj y dijo “está temprano, vámonos caminando”. Pese a que eran las 10:30 de una lluviosa noche Wílmar y yo no teníamos intención de sugerir otra alternativa.

Anduvimos por la canalización recordando cada gol en contra. Nuestra conversación no haría retroceder el tiempo pero jugábamos a ser el técnico, cómo actuarían nuestros dirigidos, hasta que alguien detuvo a Wílmar por la espalda. “¡Qué hubo parcero!”, dijo Wílmar, como si se tratara de un amigo suyo. José y yo nos miramos desconcertados pues a quien Wílmar saludaba era al hombre que nos miraba sospechosamente en el estadio.

“¿Ustedes saben quién es Chuky?”, preguntó el desconocido. “Pues soy yo”, dijo con orgullo, tras responderle en forma negativa. La charla con “Chuky” se extendió medio hora, con preguntas increíbles como quiénes habían jugado, luego de haber presenciado el partido.

“Yo no los voy a atracar. Ustedes miraron muy feo a un parcero mío y él me dijo: saque el fierro y los quiebra. Pero a mí me gusta arreglar las cosas hablando. Si ustedes me dan plata para las balas yo no les hago nada. Los parceros están entre estas dos cuadras y si yo alzo las manos ellos vienen y los quiebran”, afirmó señalando una supuesta arma, que nunca enseñó. "Acá tengo lo mío".

“Parcero, saque las manos que yo no sé quién es usted”, me ordenó temiendo que tuviera algún objeto peligroso en mi chaqueta, pero yo sólo tenía frío. Wílmar y José eran más altos y fuertes que yo en aquella época y no entendía su nerviosismo. Yo únicamente poseía lo suficiente para pagar una carrera mínima en taxi y estaba más tranquilo que ellos.

Mientras mis amigos hacían señas ignoradas por quienes pasaban por esa oscura zona cercana al estadio yo buscaba con la mirada la mencionada arma de Chuky. “Miren para allá y váyanse sin voltear”, mandó Chuky tras quitarnos las pertenencias. José perdió su reloj y Wílmar todo el dinero repartido entre sus bolsillos y billetera.

Ya ninguno hablaba de la fiesta de Ararat y Ambuila. Luego de caminar dos cuadras tomamos un taxi que ya tenía pasajero y se trataba de un agente de la policía. Nunca supimos por qué el taxista decidió llevarnos y el policía no se negó. Seguramente percibieron que algo nos había pasado. “Nos atracó sin armas, un hombre contra tres, ¿por qué no le pegamos?”, me recriminaba en el camino hacia la casa.

“Esa banda funciona en este sector”, explicó el insólito compañero de retorno. Chuky nos había devuelto 2000 pesos, luego de que Wílmar le pidiera dinero para el pasaje. Ladrón que devuelve parte de lo robado, policía que no hace nada por castigar un delito, ladrón que nos roba con palabras, tres contra uno, muchas cosas en mi mente para una sola hora.
Llegamos al edificio, donde vivíamos los tres, y pensé no decirle nada a mi madre. Sabía de su cantaleta de ¿cuántas veces te he dicho que no te vengás a pie?, entonces preferí contarle a mi abuela. “Diego, te voy a decir algo que no habíamos querido –afirmó, como si un atraco se diera muy a menudo-: "antier mataron a Piedrahíta". Ahí sí entendí por qué lo de mi suceso no la había impactado.

Ya no hablaba con Juan Carlos Piedrahíta pero parte de mi infancia la había pasado con él. Jugar Family y con bolas de cristal ya no era su pasatiempo y tampoco el mío. Sus nuevos amigos preferían fumar marihuana y él también lo hacía con frecuencia. Aunque en ese momento no lo consideraba mi amigo me parecía absurdo que alguien muriera a los 19 años.

Esa noche la pasé en la cama de mi mamá, sin poder dormir. Me sentí más niño de lo que pensaba. El miedo y el impacto de los acontecimientos vividos ese día me hicieron llorar luego de cuatro años, cuando Andrés Escobar había sido asesinado. Al siguiente día, a nadie le hablé en el colegio del 4-1 de Huila a Nacional. Héctor Alejandro no creía que su rabia por el tercer gol lo había salvado del atraco sin armas.

Wednesday, December 20, 2006

Eduardo Esidio


Aparentemente su condición física era envidiable. La velocidad que había exhibido en el fútbol de Brasil era el mejor referente de su energía y vitalidad. Aventajaba a sus compañeros en las pruebas de resistencia y potencia y sus actuaciones en el Alcides Vigo, un equipo de media tabla hacia abajo en el torneo peruano, convencieron a los directivos de Universitario de Deportes de contratarlo.

Ni él mismo sabía que estaba enfermo. Y, por más paradójico que parezca, su vida, personal y futbolística, mejoró desde que le dijeron que no era sano. En la pretemporada con los cremas de Perú los exámenes médicos lo confirmaron: era portador del virus del SIDA. En el club querían manejar con hermetismo la situación: el jugador volvió a su natal Brasil, con la versión de que no había pasado las pruebas físicas, sin especificar su mal, pero alguien rompió la confidencialidad.

En los medios de comunicación se publicó y el escándalo llegó: Eduardo Esidio es VIH positivo. Ante la presión, Universitario aceptó al futbolista y la opinión de los médicos del club cambió: “mientras esté saludable no tendrá problemas en la parte física y las posibilidades de contagio por contacto son casi nulas”.

La FIFA lo autorizó a seguir jugando y Esidio no decepcionó: con sus goles ayudó a la U a ganar tres campeonatos peruanos. En aquel 1998 el humorista Ernesto Pimentel, conocido como “La chola chabuca”, impulsado por el caso Esidio, se animó a divulgar que también era portador del virus. No muy querido por su técnico Oswaldo Piazza, Eduardo Esidio batiría varios records en Perú (máximo goleador extranjero, máximo goleador de Universitario y, en 2002, segundo máximo goleador del mundo, después de Jardel).

“Acepté a Dios como mi único salvador. Cuando hago un gol se lo dedico a Él. Es un mensaje para el público: yo tuve contacto con Dios y mi enfermedad me impulsó a la victoria”.

Monday, December 18, 2006

Otilino Tenorio



El año pasado veía cerca su sueño de jugar un Mundial pero la muerte se lo impidió. En 1990, cuando tenía 10 años, admiraba a Sergio Goycochea y quería ser el mejor arquero de su país. Sus condiciones como definidor y su baja estatura fueron factores que lo llevaron a ser atacante.

Muchos lo comparaban con Mike Tyson, por su corpulencia y su rostro de facciones bruscas, pero se hizo famoso como El hombre araña, luego de patentar una curiosa forma de celebrar sus anotaciones. En el año 2002, con 22 años, fue convocado por primera vez a la selección ecuatoriana. Bolillo Gómez sorprendió con su llamado y el de Johnny Baldeón, quienes eran las mayores novedades en su lista.

Otilino Tenorio le dio como regalo a su hijo Jordy una máscara, la tomó prestada para dedicarle un gol y jamás se la devolvió. Defendiendo al equipo eléctrico, el Emelec, convirtió a la máscara en parte de su identidad.

El 1° de enero de 1980 nació el sexto hijo de Víctor Tenorio. Como homenaje a su abuelo materno lo quería llamar Otelino pero en el Registro Civil de Guayas lo anotaron con “i”: se llamó Otilino. En honor al jugador brasilero Giorgino, Víctor quería que ese fuera su segundo nombre pero el registrador no lo aceptó y le dijo: “póngale sólo George”. Otilino George Tenorio Bastidas, el hermano de Gina, Ayinson, Freddy, Loresley, Érika y Rosa, murió en mayo de 2005, con 25 años y luego de tres matrimonios, dejando huérfanos a tres hijos.

Previo al Día de la madre, Otilino se subió a su Skoda Fabia y se despidió de Blanca, su tercera esposa. El primero en enterarse del accidente fue el también futbolista ecuatoriano Augusto Poroso. Cuando su teléfono sonó y vio en la pantalla el nombre de Otilino Tenorio, lo primero que dijo fue “¿cómo estás barrigón?” Del otro lado de la línea le habló un policía de tránsito, quien le dio la noticia. Poroso, quien estaba concentrado en un hotel para el partido Barcelona- Liga de Loja, se quedó cortó de palabras y sólo pudo decirle a Marlon Ayoví, su compañero de cuarto, “Spiderman murió: Otilino está muerto”.