Volviste a acercarte a mí, debe ser porque, en medio de tu
dormir, escuchaste las cosas que decía a través de una llamada telefónica, a
través de un obsoleto aparato. Bueno, no te acercaste en el sentido literal: te
sentaste en el sofá al frente mío, aunque seguiste sin mirarme. Puse a dos
ancianos a cantarles a tus padres, canciones que no conocía pero que al
parecer ellos sí: escuchaba el eco frase a frase a través del teléfono, en otros momentos el canto anticipado y, a continuación, la réplica de los dos cantantes. Al parecer no eran profesionales pero sí me sorprendieron con un repertorio nunca escuchado por mí.
Podría jurar que tus padres lo disfrutaron y te agradezco
haber estado ahí, así fuera en un sueño. Bueno, si fue un sueño en realidad
nunca estuviste, en esencia no sucedió. Fue un sueño insignificante, o tal vez
un material suficiente para que un psicoanalista procediera a elaborar
preguntas y conclusiones sobre mi situación actual. Aun así lo escribí con la
idea de que así no me mires a los ojos me leas a través de los tuyos. No es
necesario que me mires o darte palabras cargadas de afecto, de mi parte basta
con que sepas que hasta en mis sueños estás. Bueno, no lo leerás… sigo soñando.