Y el espejismo de tres décadas daba lugar a una celebración justificada. Francisco Maturana abrazaba a su asistente Hernán Darío Gómez, dejando atrás la agonía de los disparos desde el punto penal.
El 31 de mayo de 1989 Colombia tuvo una razón real de celebración. Desde 1962, durante 27 años de pobres resultados futbolísticos, el mayor orgullo de ese país sudamericano había sido, por más absurdo que suene, un empate 4-4 con la Unión Soviética en el Mundial de Chile. Luego de que el América de Cali perdiera finales consecutivas de la Copa Libertadores, 85, 86 y 87, y de que el Deportivo Cali, de Carlos Salvador Bilardo, se asomara a la misma instancia en 1978, el Atlético Nacional de Medellín ganaba la primera Libertadores para Colombia, venciendo en la final al Olimpia de Paraguay.
Leonel Álvarez, el centrocampista de primera línea, acertaba, tras ejecuciones erradas de sus compañeros de equipo y una exhibición consagratoria del arquero René Higuita, atajando los cobros del “Loco” González, Guash y Valbuena, tras haber ganado el duelo personal con su colega Ever Hugo Almeida (le anotó en la ejecución de los primeros cinco cobros por bando y evitó que el veterano portero uruguayo, nacionalizado paraguayo, lo hiciera).
Nacional había remontado el 2-0 en contra del partido de ida y ganaba por idéntico marcador, forzando a la definición desde los doce pasos. Un inspirado Albeiro “El Palomo” Usuriaga, llegado desde el Cúcuta Deportivo como un jugador sin cartel, había anotado 4 goles en la victoria 6-0 del equipo verde, por la semifinal del certamen continental ante Danubio de Uruguay.
En el partido que definía al campeón, jugado en el estadio El Campín de Bogotá, ante la insuficiente capacidad de albergar el número de aficionados exigidos para esa fase en su estadio tradicional (el Atanasio Girardot de Medellín), Usuriaga, quien, años más tarde brillaría con Independiente en la Supercopa, volvía a aportar motivos para que su nombre figure entre los históricos de Nacional, pese a que ese fue su único año en el conjunto verdolaga. Anotó el 1-0 y fue el actor principal de la acción que terminó con autogol de Fidel Miño (2-0 final).
En 1987 Atlético Nacional decidió implantar la llamada era de “Los puros criollos”, basada en el principio de confiar en el talento local. El subtítulo del torneo colombiano de 1988 (ganado por Millonarios) y la Libertadores 1989 tuvieron un Nacional de sólo colombianos, luego de haber tenido durante esa década futbolistas extranjeros de alto nivel como los peruanos La Rosa y Cueto, el argentino José Luis Brown y el uruguayo Lorenzo Carrabs (un grande del arco, previo a la aparición de Higuita).
Nacional, iniciando el torneo que le dio su primer sorbo de éxito internacional, finalizó segundo en el grupo 3, ganado por Millonarios, en el que enfrentó, además, a los ecuatorianos Deportivo Quito (comandados por el entonces joven creador Alex Darío Aguinaga) y Emelec. En la segunda fase, octavos de final, el equipo de Maturana y Gómez eliminó al Racing Club de Avellaneda. En cuartos se vería de nuevo las caras con Millonarios, dejándolo por fuera del certamen con un 1-0 en Medellín (gol de Usuriaga) y un empate 1-1 en Bogotá. En semifinales, un 0-0 en el juego de ida en Montevideo dio paso a un contundente 6-0 en Medellín, en un día atípico para la ciudad, al ser declarado cívico (se jugó en la tarde y se decretó día libre para los trabajadores).
Nacional sería la base del seleccionado nacional colombiano que, en ese 1989, clasificó al Mundial de Italia (cosa que no ocurría desde Chile 62): los titulares verdolagas en la Libertadores, René Higuita, Gildardo Gómez, Luis Carlos Perea, Andrés Escobar, León Villa, Leonel Álvarez, “Chicho” Pérez y Luis Alfonso Fajardo hicieron parte de la nómina mundialista. Adicionalmente, Giovannis Cassiani (suplente en la zona central de la defensa de Escobar y Perea) y “Chonto” Herrera (quien sufrió una grave lesión en 1988 que le impidió actuar en la copa del 89) estuvieron en esa cita orbital, haciendo que la nómina de Nacional y la de la Selección Colombia fueran casi idénticas.
Diciembre de ese último año de la década de los 80 marcó otro reto para el equipo de “Los puros criollos”. Frente al Milan de Arrigo Sachi, el Nacional de Maturana, como campeón americano, disputó la Intercontinental de Clubes. Nacional aguardaba otro lucimiento de Higuita, tras un 0-0 que se extendió durante los minutos reglamentarios y extras, hasta faltando dos minutos para los penales. Alberigo Evani, de tiro libre, dejó al primer campeón colombiano de la Libertadores como el segundo mejor club del planeta.
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