Épocas que parecían ancladas en el pasado reaparecen sin
haberlas invitado, con el sufrimiento cíclico que regresa cada cierto tiempo.
Cambia la actriz pero el libreto permanece inalterable, como si el guionista se
empecinara en incomodar. Lágrimas que se fueron y dejaron de ser cliché: el
protagonista, con la reiteración del argumento, se hace cada vez más frío.
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