¿Qué tienes? No podría describirlo sin conocerte. Quizás ese sea el encanto que encierras: a veces lo conocido se vuelve predecible y carente del imán que tú posees ante mis ojos. Tus ojos alcanzan a expresar más que las palabras que nunca he oído de ti; la expresión no se mide por el número de citas verbales que alguien diga, que, en múltiples ocasiones, producen un ruido que aturde el alma.
Tus ojos pueden romper esa barrera: no hace falta que pronuncies palabra para dejar en el aire la idea de tu ser.No me importaría tomar el riesgo de conocerte y comprobar que mi intuición sigue acertando en sus apreciaciones.
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Sunday, June 05, 2011
Wednesday, June 01, 2011
El triunfo también es "pasajero"
Un nuevo bus de la victoria pasó a recoger pasajeros, por más que estuviera lleno. Ella, la última en montarse, no tiene idea de cómo se llaman los jugadores de ese equipo por el que siente pasión excepto del que más escucha en los medios de comunicación. Sólo sabe que juegan bien: bueno, eso cree, porque nunca ha visto ni un partido completo en su vida. Ok, seamos claros: la chica no tiene idea de fútbol y nunca ha ido al estadio; no sabe las posiciones dentro de una cancha, pues ni ve la liga colombiana por televisión; no conoce de estrategias ni módulos tácticos; ni tiene elementos para juzgar como bueno o malo, técnicamente hablando, a un futbolista. Sólo sabe que el Barcelona es el ganador y es al que hay que unirse, por eso ya se montó en el bus de la victoria.
Yo la vi gritar, con una euforia que no he visto ni en el más afiebrado seguidor del equipo culé. La leí, leí cada línea en sus status de facebook de esta semana: “Messi es el más grande”, con una convicción que hasta haría ver gigante en estatura al argentino. Si no supiera que desconoce hasta la nacionalidad de Lionel pensaría que se trataba de una expresión al aire posterior a un análisis medianamente profundo. Pero no, ella no había visto ningún partido de Lio, hasta la final de la Champions 2011 ante el Manchester United. Cuando escribía y cuando gritaba no tenía idea de que la zurda es la pierna más hábil de Messi y, aunque no lo he hablado con ella luego del partido, estoy casi seguro de que sigue sin saberlo. Hoy lo vio en la final, pero no sé qué tanto haya aprendido en 90 minutos sobre perfiles.
¿Y qué se puede decir de él? Pues, sencillamente que siente como propios los triunfos de once seres que jamás lo determinarán y hasta considera tener motivos de sobra para burlarse del derrotado, como si el ganar de ellos lo hiciera más grande a él y como si ganar fuera el único verbo que ese conjunto conjugara en su historia. Tal vez, supongo, no sabe que “su” equipo apenas probó el triunfo europeo en 1992. Sí, no ha ganado siempre y, obviamente, sus triunfos finalizarán cuando él aún viva para observarlo.
Probablemente, pienso, tiene la convicción de que hay ganadores eternos. Si ya lo sabe le refresco la memoria, o puede estar muy joven como para haber disfrutado de otros tiempos de buen fútbol, representado en otros actores uniformados de forma distinta a los actuales astros: entre muchos otros carros con pasajeros, ese Milan de finales de los 80 y los 90, ese mismo equipo que superó ampliamente al propio Barcelona por cuatro goles a cero, con goles de Daniele Massaro (2), Dejan Savicevic y Marcel Desailly en la final de la temporada 94/95. Claro, eran otros artistas admirados por los pasajeros de otro bus: parte de la dinámica histórica que cambia de vías sin freno y que nutre al fuerte negocio de lo masificado.
Ella y él, juntos o cada cual por su lado, se mostrarán orgullosos de tener un puesto dentro del tumulto: algo similar a la tendencia de buscar “ser distinto” y terminar pareciéndose a casi todos, claramente viable si muchos se ponen de acuerdo en que tienen que ser distintos.
Otros buses aguardan en el paradero del futuro y no es necesario tener dones de prestigiditador para prever que nuevos pasajeros harán fila para ingresar. Aunque esos vehículos tienen una ventaja: no te excluyen así ignores por qué estás ahí.
Yo la vi gritar, con una euforia que no he visto ni en el más afiebrado seguidor del equipo culé. La leí, leí cada línea en sus status de facebook de esta semana: “Messi es el más grande”, con una convicción que hasta haría ver gigante en estatura al argentino. Si no supiera que desconoce hasta la nacionalidad de Lionel pensaría que se trataba de una expresión al aire posterior a un análisis medianamente profundo. Pero no, ella no había visto ningún partido de Lio, hasta la final de la Champions 2011 ante el Manchester United. Cuando escribía y cuando gritaba no tenía idea de que la zurda es la pierna más hábil de Messi y, aunque no lo he hablado con ella luego del partido, estoy casi seguro de que sigue sin saberlo. Hoy lo vio en la final, pero no sé qué tanto haya aprendido en 90 minutos sobre perfiles.
¿Y qué se puede decir de él? Pues, sencillamente que siente como propios los triunfos de once seres que jamás lo determinarán y hasta considera tener motivos de sobra para burlarse del derrotado, como si el ganar de ellos lo hiciera más grande a él y como si ganar fuera el único verbo que ese conjunto conjugara en su historia. Tal vez, supongo, no sabe que “su” equipo apenas probó el triunfo europeo en 1992. Sí, no ha ganado siempre y, obviamente, sus triunfos finalizarán cuando él aún viva para observarlo.
Probablemente, pienso, tiene la convicción de que hay ganadores eternos. Si ya lo sabe le refresco la memoria, o puede estar muy joven como para haber disfrutado de otros tiempos de buen fútbol, representado en otros actores uniformados de forma distinta a los actuales astros: entre muchos otros carros con pasajeros, ese Milan de finales de los 80 y los 90, ese mismo equipo que superó ampliamente al propio Barcelona por cuatro goles a cero, con goles de Daniele Massaro (2), Dejan Savicevic y Marcel Desailly en la final de la temporada 94/95. Claro, eran otros artistas admirados por los pasajeros de otro bus: parte de la dinámica histórica que cambia de vías sin freno y que nutre al fuerte negocio de lo masificado.
Ella y él, juntos o cada cual por su lado, se mostrarán orgullosos de tener un puesto dentro del tumulto: algo similar a la tendencia de buscar “ser distinto” y terminar pareciéndose a casi todos, claramente viable si muchos se ponen de acuerdo en que tienen que ser distintos.
Otros buses aguardan en el paradero del futuro y no es necesario tener dones de prestigiditador para prever que nuevos pasajeros harán fila para ingresar. Aunque esos vehículos tienen una ventaja: no te excluyen así ignores por qué estás ahí.
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