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Monday, September 18, 2006

Así veía el fútbol mi abuela

El televisor de perilla blanco y negro cambiaba de canal cuando un partido iba a iniciar. “A mí no me gusta el fútbol”, aseguraba antes de que yo me fuera a la otra habitación a disfrutar del encuentro deportivo. La emoción del gol la contagiaba y era casi inevitable que el canal diera la vuelta para quedarse hasta el pitazo final.

El aparato fue sustituido en otras dos oportunidades desde los años 80 pero nunca su actitud. Desde las Eliminatorias y el Mundial de Italia 90, pasando por los mundiales de Estados Unidos, Francia y Corea y Japón vi de cerca cómo su aparente apatía por los pases, las jugadas individuales y las goleadas inesperadas era para evitar que yo la sometiera al fusilamiento de datos, como fechas de partidos y nombres de jugadores.

Admiraba la sonrisa de Ronaldinho Gaúcho cuando erraba un gol, la capacidad de hacer goles bonitos de Aristizábal (o Víctor, como le dijo una vez para que yo le dijera ¡eh, qué confiancita!) y la sencillez de Iván Ramiro Córdoba. Lloró con la muerte de Andrés Escobar, rió con las victorias de Nacional y Once Caldas en la Copa Libertadores y se identificó con la situación de Luis Fernando Montoya.

“Uno no poderse mover, si es lo peor que le puede pasar”, se quejaba, cuando el dolor del cáncer invasivo atacaba con dureza su rodilla derecha. El último partido que observó fue el que coronó campeón al Atlético Nacional, enfrentando a Santa Fe.

Postrada en la cama de mi casa, el lugar que la mantuvo casi inmóvil durante los últimos meses de su enfermedad observaba a su amor platónico Fernando Niembro (periodista de Fox Sports), a quien soñé llevar a visitarla y con quien me tomé una foto que no salió en el rollo revelado en aquel 2002.

Cada Mundial, mientras yo iba al colegio o universidad, tomaba una lista con los caramelos que me faltaban para llenar los álbumes y se iba a comprar. Cuando yo llegaba me decía ¿ya revisó el álbum? Y yo entendía que el camino para llenarlo se había acortado.

Se alegraba con cada artículo mío que veía publicado, con cada intervención radial que escuchaba, con cada contacto con las estrellas del balompié que yo le narraba. Quería verme profesional y, justo cuando terminé materias en la universidad, empezó a decaer y a agonizar.

Siempre estuvo pendiente de su Selección Colombia, aunque me dijera que le fastidiaba ver fútbol. Cuando me ausentaba era ella quien me contaba quién había ganado y con la lista de anotadores a mi disposición, sin que yo se lo hubiera pedido. Yo sabía que su control remoto ubicaría el canal del partido del día, mientras yo estuviera por fuera. Y sé que continúa enterándose de los marcadores, aunque su corazón haya dejado de latir del 1 de julio de 2005.
DILO

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